callejeando

era poner un pie en la acera y arrugar la nariz. pisaba blando, sin avanzar, atascado en el asco. no podía vivir en otra calle, no. la calle melancolía, por ejemplo, seguro que sería un lugar mejor, a pesar de tener que llevar encima esa tristeza dulce a todas partes. incluso en ese lugar “donde las calles no tienen nombre” viviría más a gusto, aunque le costara horrores encontrar el camino de regreso a casa cada vez, al menos habría conciertos de gratis en las azoteas. podría vivir donde crecen las flores negras al final de la rambla, o en una de las mil calles que llevan hacía ti. si viviera en la esquina del viejo barrio podría haber conocido a pedro navaja, antes de llevarse la sorpresa de su vida. y bueno, si tuviera el piso en la calle mayor podría pasar 15 días bien preciosos, follando en un bar del centro (le ocurrió a albert pla, y el hombre no es ningún adonis, la verdad). joer, es que cualquier otro sitio hubiera sido mejor!! no podía vivir en otra calle, no…